EL OCTAVO
ARTE
Señores:
el cine es un arte cuyo principal fin,
aunque muchos estéis en desacuerdo conmigo, es aportar algo al espectador, estimular
la parte más sensible de su interior, llenarle por dentro, hacerle sentir que
sigue vivo, que le haga aprender cosas nuevas y mirar la vida con otros ojos y
desde otra perspectiva. No se trata de un simple entretenimiento que se emplee
para que pase más rápido el tiempo y que las tardes aburridas se hagan un poco
más amenas. Se debe disfrutar lo grandioso que es lo que está contemplando. Si
es capaz de dejarte dormido e indiferente sin proporcionarte nada se le debe
considerar pasatiempo, y no CINE.
La película
“Once” sí que es auténtico cine. Es un trabajo que no deja indiferente a nadie
y que sin escenas de violencia, guerra, sexo o fantasía es capaz de engancharte
y enamorarte por medio de las letras y melodías que estos grandes y, a su vez, desconocidos
protagonistas han logrado componer. Esta maravillosa película logra congeniar
dos de las artes más espectaculares de las que podemos gozar en este mundo, música
y cine, con una suavidad y un sentimiento que deja sorprendido a todo el que sepa valorar ambas asombrosas creaciones.
Si el cine se dice que es el séptimo arte, en mi opinión este filme es el
octavo. Llamar cine a esta joya se queda bastante corto. Cada una de las
canciones de esta gran obra te transmite una serie de cosas que otros musicales
no te proporcionan por muchas canciones que tengan, ya que la diferencia es que
los otros (Grease, Dirty Dancing, Sonrisas y lágrimas…) son meros musicales
comerciales cuya intención es divertir al público y ésta pretende provocarle
diferentes sensaciones.
Nos
encontramos ante una película que durante 85 minutos te aísla de la realidad y
te deja totalmente ensimismado cuando finaliza. A mí, personalmente, todas y
cada una de las canciones me han enseñado algo diferente, no había ni una sola que
no tuviese un mensaje explícitamente dedicado a mí (o así por lo menos me
sentía yo), y mentiría si no dijese que se me ponía la piel de gallina con cada
una de ellas. Ésta es la diferencia entre las películas que se hacen con altísimos
presupuestos y para obtener más beneficios y las que se hacen con corazón y
para el corazón.
Y me veo en la
obligación de insistir en que el director de esta cinta comenzó siendo el
bajista de un grupo irlandés, “The Frames”, que al ser el encargado de grabar
los vídeos de sus canciones, poco a poco, acabó decidiendo rodar algunos
metrajes. Pero no termino aquí. Los protagonistas, Glen Hansard y Markéta Irglová, no son actores sino el actual
cantante del grupo mencionado con anterioridad y una majestuosa pianista y
cantante, respectivamente. En un principio el director contactó con Cillian Murphy para que protagonizase este
largometraje pero tras la negativa de éste tuvo que elaborarlo con sus ya nombrados
amigos. Dado que no disponían de grandes fondos se tuvieron que adaptar a grabarla
con cámara en mano. En fin, en mi opinión, un cometido fascinante y digno de
tener en cuenta a la hora de valorar.
Yo en absoluto
me considero un experto en cinematografía pero sí sé que para que esta película
guste no hace falta tener muchos conocimientos. Claro está que hay películas
mucho mejores que ésta y que sus historias son más originales y comerciales,
pero con el escaso presupuesto con el que disponía el director de ésta ha
superado con creces todas las expectativas, porque con muchas ganas e ilusión
se puede conseguir lo que uno se proponga.
Y una de las
conclusiones con las que termino esta crítica es que, como se puede ver en la
escena del autobús, con música todo se explica más fácil, con más sentimiento y
con más realidad, por duro que sea el mensaje que le quieras transmitir a la
otra persona.
Señores:
déjense sorprender durante 85 escasos pero intensos minutos y no se la pierdan.
Una gran obra que toca lo más profundo del presente.
El portaminas negro.
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